Pestañas

lunes, 2 de abril de 2018

Pascua Mtro. Provincial

PROT. 23/2018









Madrid, a 31 de marzo de 2018

Queridos hermanos, paz y bien.
Compartimos en estos días la gran alegría de la resurrección de Jesús muerto en la cruz. El rostro desfigurado de Cristo que ha soportado los ultrajes de quienes, ciegos por su ideología religiosa, le condenaron a muerte por declarar a Dios como Padre suyo, resplandece como luz sin ocaso para toda la humanidad.

La experiencia del resucitado es única, porque única es su promesa de que estará con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20) después de haber transformado la muerte en vida, una vida resucitada.

Este es  el  testimonio de  los  primeros testigos: Jesús "ha  resucitado de  entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis" (Mt 28,7). Las amenazas y la violencia sufridas por él durante su ministerio público se transforman en vida tras el trance de la cruz. Jesús se presenta ante la humanidad como el hombre que vive reconciliado con todos desde el amor del Padre. El impacto de esta buena noticia causó temor y alegría en aquellas mujeres que acudieron al sepulcro a velar un muerto. Pero lo que se revela es que en Jesús no hay muerte, sino vida. Y es una vida que se hace camino: concentrarse en un primer momento en Galilea para experimentar de nuevo la intimidad con Él para ser enviados de nuevo a través de la fuerza del Espíritu Santo a hacer discípulos suyos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19).

Como Hermanos y Menores confesamos que este acontecimiento de la resurrección del Señor nos afecta de lleno, hasta el punto de haber sido seducidos y entregado nuestras  vidas  por  Él.  En  la  experiencia  de  la  resurrección  encontramos  la confirmación de nuestra fe, la fortaleza de nuestra esperanza y el vigor de un amor que nos empuja a entregarnos por toda la creación.

Cuando acudimos a la biografía de San Francisco encontramos con facilidad esta misma  experiencia de  transformación de  la  muerte  en  vida:  el  encuentro con  el leproso, los ladrones que lo maltratan, el desprecio de sus paisanos, las dificultades con los hermanos, la experiencia del monte Alverna, o la misma situación de enfermedad en medio de la cual escribe el cántico de las criaturas... Todo ello nos habla de un hombre que ha dado crédito a la presencia de Dios a través del Hijo que se revela como vida en toda circunstancia.

Y nosotros, hermanos, estamos llamados a vivir esta novedad de la resurrección del Señor que lo recrea todo en nosotros. Facilitarnos esta experiencia, como reconocerla en los demás y en toda la creación y poderla compartir, es uno de los mejores servicios que nos podemos hacer.

Las dificultades, lejos de socavar nuestro ánimo, se constituyen en mediación imprescindible para abrirnos en confianza a Dios. Nuestras fuerzas cuentan, pero también cuenta nuestra fragilidad. Esta última, lejos de convertirse en amenaza, se constituye en posibilidad para abrirnos a la vida de los demás y de Dios.

Estos son tiempos para vivir la fe en toda su hondura. Fe es lo que Jesucristo siempre quiso suscitar en sus discípulos, en los judíos y también en los extranjeros. La fe se dinamiza al experimentar la novedad del resucitado. Ella nos abre la puerta a la adoración auténtica. Preciosa resulta la imagen empleada por E. Leclerc en Sabiduría que un pobre para referirse a la adoración: si supiéramos adorar nada podría verdaderamente turbarnos: atravesaríamos el mundo con la tranquilidad de los grandes ríos.

Dios nos bendice con su gracia a todos en este tiempo de Pascua y siempre. Confiemos en Él, experimentemos la presencia de Dios en nosotros que nos convoca en la "Galilea" de nuestros corazones y de aquellos lugares que identificamos como fundantes en nuestras biografías personales y comunitarias, abrámonos con determinación  a  la  novedad  de  su  vida  como  mediación  fundamental  para  la renovación de toda la creación, llevemos con sencillez y decisión la buena nueva del crucificado-resucitado a las personas con quienes compartimos vida y misión. Feliz pascua de resurrección de Nuestro Señor Jesucristo para todos vosotros y las personas que misionan junto a vosotros.

Recibid un abrazo fraterno.

 


Fr. Juan Carlos Moya Ovejero, ofm
Ministro provincial 



No hay comentarios.:

Publicar un comentario