Celebración
del V Centenario de la Fundación
del Real
Monasterio de Santa Ana
1518-2018
Con gozo las
hermanas de esta fraternidad del Monasterio de Santa Ana en Badajoz, hemos dado
comienzo a un año Jubilar, con motivo de los 500 años de la Fundación de
nuestro Convento.
La apertura de esta
efeméride tuvo lugar el pasado 12 de mayo, con una solemne eucaristía presidida por Mons. Celso Morga, Arzobispo de
la Diócesis de Merida-Badajoz, y concelebrada por nuestro padre Asistente Federal,
Fray Isidro Moruno Blanco y los sacerdotes diocesanos D. Pedro Fernández y D.
Gabriel Cruz.
En esta celebración
estuvieron presentes D. Francisco J. Fragoso, Alcalde de la ciudad y las
Concejalas Dña Mª del Rosario Gómez de la Peña Rodríguez y Paloma Morcillo
Valle así como hermanas de nuestra Federación de las fraternidades de
Belalcázar, Siruela y Almendralejo.
Nuestro
agradecimiento a todos los que nos acompañaron en este acto con su presencia y
con su oración.
Al final de la
Eucaristía, nuestra madre Abadesa, Sor Mª Teresa Domínguez Blanco dirigió unas
emotivas palabras que os compartimos:
“(En esta tarde), queremos expresar
nuestro agradecimiento, primero, a Dios Padre que nos ha convocado y congregado
en torno a su altar para celebrar nuestra acción de gracias con el don inefable
de su Hijo Jesucristo.
Muchas gracias a nuestro arzobispo
D. Celso que, a pesar de su ajetreada agenda de mayo, ha querido unirse a
nuestra acción de gracias presidiendo esta celebración; con ello nos ha hecho
palpar, una vez más, su cercanía y cariño de padre y pastor; Gracias a todos
los sacerdotes que han concelebrado con él, presbíteros muy allegados a nuestra
Comunidad.
Muchas gracias a nuestro Padre asistente Fr. Isidro, a las
hermanas del consejo federal y a las
demás hermanas pertenecientes a las
comunidades de nuestra Federación, sois
manifestación de los estrechos lazos
carismáticos y familiares que nos unen.
Gracias a todos y
cada uno de vosotros aquí presentes, vuestra asistencia nos habla del interés, cercanía y aprecio que tenéis a
quienes moramos en esta casa. Gracias a todos.
Queremos, además, manifestar
públicamente un especial agradecimiento a nuestra hermana sor Celina que con su
investigación y dedicación perseverante al estudio de nuestra historia ha hecho
posible que la conozcamos más y mejor. Gracias querida hermana por la preocupación
e interés constantes de conservar, proteger y custodiar tan celosamente el
patrimonio de la comunidad y por esa labor entregada, silenciosa y generosa que
a lo largo de estos años has mantenido viva.
Celebrar 500 años de la fundación
del Monasterio y 400 de la llegada de la
imagen de Nuestra Señora de las Virtudes y Buen Suceso a esta casa, son
acontecimientos excepcionales que se nos conceden vivir. Pero excepcionales, no
tanto por la conservación del edificio y de la imagen, sino sobre todo, porque
a lo largo de cinco siglos, Dios ha bendecido esta casa con hermanas que han mantenido encendido el fuego
del amor al Señor Jesús y la llama de la vida contemplativa franciscana. En
este V centenario deseamos proclamar las grandezas del Señor, años y siglos de
estar recibiendo gracia tras gracia. Una vez más, reconocemos agradecidas y
constatamos sobrecogidas, la Fidelidad de Dios y su obra a lo largo de tantas
generaciones de hermanas que pertenecieron
a esta comunidad en su respectivo momento y de quienes formamos la
actual Fraternidad. ¡Gracias hermanas por vuestro sí de cada día!
Todas ellas han sido
y son mujeres enamoradas y valientes a quienes les urgía donar sus existencias
al Amor Absoluto, seguras de ser profundamente
fecundas desde las entrañas de
Cristo. Hermanas, que viviendo con amor para el Amor y ofreciendo el propio
testimonio en las ocupaciones de cada día, han sabido vivir con alegría el don
de la consagración religiosa, “han sabido dar testimonio de la riqueza y la
belleza de una vida totalmente dedicada a Dios”, han sabido mantener viva la
profecía de sus existencias, irradiar la eficacia apostólica desde el silencio
de los claustros, y ser antorchas para todos los que a ellas se han acercado.
Con sus vidas escondidas fielmente en Dios, han sido cauce de santidad para
nuestra iglesia universal y local, además de “sostenedoras de sus miembros vacilantes” como dice santa
Clara de Asís.
El testimonio de entrega y donación
amorosa a Dios y a los hombres de todas las hermanas que nos han precedido en
la fe, nos alienta y empuja a nosotras
a renovar nuestra fidelidad
creativa en este hoy que se nos ha regalado vivir, peregrinando en el corazón
de esta ciudad y en medio de sus habitantes, a la vez que se torna llamada que
la Iglesia nos hace en esta época de ser centinelas, que con nuestras vidas
transfiguradas y con palabras sencillas, rumiadas en el silencio, sepamos
indicar a Aquel que es el único y verdadero camino, la única riqueza a
satisfacción: ¡Jesucristo!
Nosotras, como decía San Juan Pablo
II, tenemos no sólo una historia gloriosa que recordar y contar, como estamos
haciendo en esta tarde, sino una gran historia que construir. Necesitamos
hermanos, vuestra oración, para que viviendo plenamente nuestra entrega a Dios,
no falte a este mundo un rayo de la divina belleza que ilumine el camino de la
existencia humana.
Rogad para que sigamos siendo entre vosotros
alabanza de la gloria de Dios, profetas creíbles que, no sólo con palabras sino
principalmente con obras, expresen de modo elocuente la íntima esencia esponsal
de la Iglesia, y proclamen con la vida que Dios y sólo Él satisface y llena no
sólo nuestras vidas sino toda vida, que “Dios basta”, que en Dios lo tenemos
todo; o como diría san Francisco, El siempre suficiente: “Mi Dios y mi Todo”.
Contad con nuestra constante
oración, por la intercesión abrazamos, hacemos nuestras vuestras alegrías y
tristezas, vuestras luces y oscuridades, vuestras certezas e interrogantes y
las depositamos confiadamente ante el
Padre de las Misericordias, ante
el Dador de todo Bien, sumo Bien, pleno Bien, total bien.
Que
Mª Santísima, en la advocación de las Virtudes y Buen Suceso, nos conceda
crecer de virtud en virtud y propicie en todos,
el Buen Suceso de vivir arraigos y cimentados, por el amor, en Cristo
Jesús: Camino, Verdad y Vida.”
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