Pestañas

jueves, 17 de mayo de 2018

Noticias desde Santa Ana, Badajoz



Celebración del V Centenario de la Fundación
del Real Monasterio de Santa Ana
1518-2018


     Con gozo las hermanas de esta fraternidad del Monasterio de Santa Ana en Badajoz, hemos dado comienzo a un año Jubilar, con motivo de los 500 años de la Fundación de nuestro Convento.
     La apertura de esta efeméride tuvo lugar el pasado 12 de mayo, con una solemne eucaristía  presidida por Mons. Celso Morga, Arzobispo de la Diócesis de Merida-Badajoz, y concelebrada por nuestro padre Asistente Federal, Fray Isidro Moruno Blanco y los sacerdotes diocesanos D. Pedro Fernández y D. Gabriel Cruz.
     En esta celebración estuvieron presentes D. Francisco J. Fragoso, Alcalde de la ciudad y las Concejalas Dña Mª del Rosario Gómez de la Peña Rodríguez y Paloma Morcillo Valle así como hermanas de nuestra Federación de las fraternidades de Belalcázar, Siruela y Almendralejo.

     Nuestro agradecimiento a todos los que nos acompañaron en este acto con su presencia y con su oración.

Al final de la Eucaristía, nuestra madre Abadesa, Sor Mª Teresa Domínguez Blanco dirigió unas emotivas palabras que os compartimos:

      “(En esta tarde), queremos expresar nuestro agradecimiento, primero, a Dios Padre que nos ha convocado y congregado en torno a su altar para celebrar nuestra acción de gracias con el don inefable de su Hijo Jesucristo.
      Muchas gracias a nuestro arzobispo D. Celso que, a pesar de su ajetreada agenda de mayo, ha querido unirse a nuestra acción de gracias presidiendo esta celebración; con ello nos ha hecho palpar, una vez más, su cercanía y cariño de padre y pastor; Gracias a todos los sacerdotes que han concelebrado con él, presbíteros muy allegados a nuestra Comunidad.
        Muchas gracias a D. Francisco Fragoso, alcalde de esta ciudad, a Dña Paloma concejal de cultura, a Dña Rosario de Asuntos sociales, los cuales siempre que lo hemos necesitado, hemos recibido  colaboración y apoyo.
        Muchas gracias  a nuestro Padre asistente Fr. Isidro, a las hermanas del consejo federal y a  las demás  hermanas pertenecientes a las comunidades de nuestra  Federación, sois manifestación   de los estrechos lazos carismáticos  y familiares que nos unen.
Gracias a todos y cada uno de vosotros aquí presentes, vuestra asistencia nos habla del  interés, cercanía y aprecio que tenéis a quienes moramos en esta casa. Gracias a todos.
     Queremos, además, manifestar públicamente un especial agradecimiento a nuestra hermana sor Celina que con su investigación y dedicación perseverante al estudio de nuestra historia ha hecho posible que la conozcamos más y mejor. Gracias querida hermana por la preocupación e interés constantes de conservar, proteger y custodiar tan celosamente el patrimonio de la comunidad y por esa labor entregada, silenciosa y generosa que a lo largo de estos años has mantenido viva.
        Celebrar 500 años de la fundación del Monasterio y 400 de la llegada  de la imagen de Nuestra Señora de las Virtudes y Buen Suceso a esta casa, son acontecimientos excepcionales que se nos conceden vivir. Pero excepcionales, no tanto por la conservación del edificio y de la imagen, sino sobre todo, porque a lo largo de cinco siglos, Dios ha bendecido esta casa con  hermanas que han mantenido encendido el fuego del amor al Señor Jesús y la llama de la vida contemplativa franciscana. En este V centenario deseamos proclamar las grandezas del Señor, años y siglos de estar recibiendo gracia tras gracia. Una vez más, reconocemos agradecidas y constatamos sobrecogidas, la Fidelidad de Dios y su obra a lo largo de tantas generaciones de hermanas que pertenecieron  a esta comunidad en su respectivo momento y de quienes formamos la actual Fraternidad. ¡Gracias hermanas por vuestro sí de cada día!
    Todas ellas han sido y son mujeres enamoradas y valientes a quienes les urgía donar sus existencias al Amor Absoluto, seguras de ser profundamente  fecundas  desde las entrañas de Cristo. Hermanas, que viviendo con amor para el Amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, han sabido vivir con alegría el don de la consagración religiosa, “han sabido dar testimonio de la riqueza y la belleza de una vida totalmente dedicada a Dios”, han sabido mantener viva la profecía de sus existencias, irradiar la eficacia apostólica desde el silencio de los claustros, y ser antorchas para todos los que a ellas se han acercado. Con sus vidas escondidas fielmente en Dios, han sido cauce de santidad para nuestra iglesia universal y local, además de “sostenedoras de  sus miembros vacilantes” como dice santa Clara de Asís.
        El testimonio de entrega y donación amorosa a Dios y a los hombres de todas las hermanas que nos han precedido en la fe, nos alienta y empuja a nosotras  a  renovar nuestra fidelidad creativa en este hoy que se nos ha regalado vivir, peregrinando en el corazón de esta ciudad y en medio de sus habitantes, a la vez que se torna llamada que la Iglesia  nos hace en esta época  de ser centinelas, que con nuestras vidas transfiguradas y con palabras sencillas, rumiadas en el silencio, sepamos indicar a Aquel que es el único y verdadero camino, la única riqueza a satisfacción: ¡Jesucristo!
        Nosotras, como decía San Juan Pablo II, tenemos no sólo una historia gloriosa que recordar y contar, como estamos haciendo en esta tarde, sino una gran historia que construir. Necesitamos hermanos, vuestra oración, para que viviendo plenamente nuestra entrega a Dios, no falte a este mundo un rayo de la divina belleza que ilumine el camino de la existencia humana.
      Rogad para que sigamos siendo entre vosotros alabanza de la gloria de Dios, profetas creíbles que, no sólo con palabras sino principalmente con obras, expresen de modo elocuente la íntima esencia esponsal de la Iglesia, y proclamen con la vida que Dios y sólo Él satisface y llena no sólo nuestras vidas sino toda vida, que “Dios basta”, que en Dios lo tenemos todo; o como diría san Francisco, El siempre suficiente: “Mi Dios y  mi Todo”.
       Contad con nuestra constante oración, por la intercesión abrazamos, hacemos nuestras vuestras alegrías y tristezas, vuestras luces y oscuridades, vuestras certezas e interrogantes y las depositamos confiadamente ante el  Padre de las  Misericordias, ante el Dador de todo Bien, sumo Bien, pleno Bien, total bien.
       Que Mª Santísima, en la advocación de las Virtudes y Buen Suceso, nos conceda crecer de virtud en virtud y propicie en todos,  el Buen Suceso de vivir arraigos y cimentados, por el amor, en Cristo Jesús:  Camino, Verdad y Vida.”
 
 

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